Poeta Amelia Biagioni
Manifiesto
Yo me resisto,
en la calle de los ahorcados,
a acatar la orden
de ser tibia y cautelosa,
de asirme a la seguridad,
de acomodarme en la costumbre,
de usar reloj y placidez,
aventura a cuerda,
palabra pálida y mortal
y ojos con límites.
Yo me resisto,
entre las muelas del fracaso,
a cumplir la ley de cansarme,
de resignarme,
de sentarme en lo fofo del mundo
mortecina de una espada lánguida,
esperando el marasmo.
Yo me resisto,
acosada por silbatos atroces,
a la fatalidad
de encerrarme y perder la llave
o de arrojarme al pozo.
Con toda la médula
levanto, llevo, soy el miedo enorme,
y avanzo,
sin causa,
cantando entre ausentes.
A.B.
Por su obra: Sonata de soledad en 1954 recibió la Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE). Sus siguientes trabajos poéticos fueron La llave (Segundo Premio Municipal, 1958) y El humo (1967). Por Las cacerías (1976) obtuvo el Tercer Premio Nacional en 1979. El carácter metafísico de su producción se acentuó con Estaciones de Van Gogh (1984, Segundo Premio Nacional en 1987) y Región de fugas (1995). Recibió los Premios Esteban Echeverría (1985), José Manuel Estrada (1993) y Alfonsina Storni (1999).
Por la totalidad de su obra poética se la reconoció en 1984 con el Diploma al
Mérito en Poesía Fundación Konex. Colaboró en los principales suplementos
literarios de los diarios nacionales y en las revistas Sur, Revista de Occidente
(Madrid), Internacional Poetry y Review de Estados Unidos.
Durante toda su vida permaneció alejada de los círculos literarios.
A su obra: El humo se ha referido Alejandra Pizarnik en la carta a Biagioni que
publicó Ivonne Bordelois:
[...] porque cada verso y cada palabra han sido llevados (padecidos) hasta su
máxima tensión, y con toda la carga de sus sentidos plurales, estos poemas son
un lugar -o un espacio- de reunión. Por eso, imagino, invocas a la dura poesía
con términos lujosos y trágicos como si fuera la muerte; y por eso, imagino,
ser poeta es, entre otras cosas, poseer esta virtud [...] de adueñarse de la
máxima paradoja [...] Paradoja que consistiría en que el más solitario, por
obra y gracia de “alados Discursos”, crea un lugar -el poema- en donde otros
solitarios se reúnen, se reconocen (en tanto afuera llueve y es invierno). Tus
poemas fueron siempre para mí lugares pero nunca lo fueron como ahora, gracias
por EL HUMO.
Decía A.B. "Para cantar hay que morir. Y canto.",
Comentarios
Publicar un comentario